Sección REFLEXIÓN
Llegó un hombre a un camino que estaba en obras y preguntó a los que allí trabajaban: “Perdonen pero ¿es aquí donde preparan el camino para Dios? Es que venía para echarles una mano”.
Ellos le contestaron: “Sí amigo, aquí es”. Y uno de los trabajadores se acercó para explicarle en qué consistía el trabajo que allí hacían. Le acompañó hasta una parte del camino y le dijo: “Esto que ves aquí es el camino de la Vida, por donde cada día camina toda la humanidad. Fíjate con atención en el suelo, y si descubres dónde está el problema, es posible que valgas para echarnos una mano”.
El hombre se fijó con atención y pudo ver que el suelo estaba plagado de huellas. Después de observarlas con detenimiento, pudo identificarlas con claridad: unas eran las huellas de los poderosos; otras, las de los adinerados; otras pertenecían a los egoístas, a los violentos, a los fanáticos, y también a los falsos. Todas ellas llenaban el camino de la Vida. Extrañado, le preguntó al trabajador: “Sólo veo las huellas de una parte de la humanidad... ¿dónde están las huellas del resto?”
El trabajador contestó: “Las huellas del resto de la humanidad están debajo de las que ves en el camino. Son pisoteadas cada día por los de siempre”. Entonces el hombre preguntó intrigado: “Si el camino de la Vida está así... ¿cómo prepararlo para Dios?”. A lo que el trabajador contestó: “Nuestro trabajo consiste en abrir cada día nuevos caminos para que los pisoteados por los de siempre, puedan salir y disfrutar de una vida nueva”.
Y aquel hombre, después de ver todo aquello, se puso manos a la obra abriendo caminos nuevos, para que todos los oprimidos y excluidos del mundo pudieran disfrutar de la salvación que Dios envía.
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